La paciencia, ...

2 de Pedro 3: 8/10 Pero no olviden, amados hermanos, que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no se tarda para cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que nos tiene paciencia y no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se vuelvan a él. 10 Pero el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Ese día los cielos desaparecerán en medio de un gran estruendo, y los elementos arderán y serán reducidos a cenizas, y la tierra y todo lo que en ella se ha hecho será quemado. RVC.
 
... de nuestro Padre Celestial, obra en su Amor infinito por sus criaturas; la Ternura del Padre que ve a cada una de ellas, como el buen papá ve a cada uno de sus hijos; Dios los ve tan valiosos como la "niña de sus ojos", Su amor eterno los anhela a todos sin que se pierda ni uno solo, su dulce espera responde a la visión, cuando los seres humanos dejen de ser actores que actúan en los miles de escenarios religiosos, recitando "libretos aprendidos de memoria", y terminada "la función", abandonan el teatro al que acudieron, unos a aplaudir y otros a ser aplaudidos, para regresar "pesadamente, tristemente" a los lugares que llaman "casa". Dios espera el tiempo en que "las casas sean el escenario" en que obra naturalmente el Amor, como el Único Libreto que es puesto en práctica, no en escena, debido a que es el fundamento en que la Vida sucede basada en el Amor, es decir basada en Dios.    
 
Lucas 10: 25  25 Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna? RVA. 26 Jesús le respondió: —¿Sabes lo que dicen los libros de la Ley? 27 El maestro de la Ley respondió: —“Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que vales y con todo lo que eres, y cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo.” 28 —¡Muy bien! —Respondió Jesús—. Haz todo eso y tendrás la vida eterna. 29 Pero el maestro de la Ley no quedó satisfecho con la respuesta de Jesús, así que insistió: —¿Y quién es mi prójimo? 30 Entonces Jesús le puso este ejemplo: «Un día, un hombre iba de Jerusalén a Jericó. En el camino lo asaltaron unos ladrones y, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto. 31 »Por casualidad, por el mismo camino pasaba un sacerdote judío. Al ver a aquel hombre, el sacerdote se hizo a un lado y siguió su camino. 32 Luego pasó por ese lugar otro judío, que ayudaba en el culto del templo; cuando este otro vio al hombre, se hizo a un lado y siguió su camino. 33 »Pero también pasó por allí un extranjero, de la región de Samaria, y al ver a aquel hombre tirado en el suelo, le tuvo compasión. 34 Se acercó, sanó sus heridas con vino y aceite, y le puso vendas. Lo subió sobre su burro, lo llevó a un pequeño hotel y allí lo cuidó. 35 »Al día siguiente, el extranjero le dio dinero al encargado de la posada y le dijo: “Cuídeme bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, a mi regreso yo le pagaré lo que falte.”» 36 Jesús terminó el relato y le dijo al maestro de la Ley: —A ver, dime. De los tres hombres que pasaron por el camino, ¿cuál fue el prójimo del que fue maltratado por los ladrones? 37 —El que se preocupó por él y lo cuidó —contestó el maestro de la Ley. Jesús entonces le dijo: —Anda y haz tú lo mismo. TLA.

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