¡ Distante ¡, ...

Romanos 12: 1-3 Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Éste es el verdadero culto que deben ofrecer. No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto. DHH.

... impersonal, marmolea como el yerto frío del insensible "corazón" que adula a Dios para ganar su Voluntad, es así como opera, como se manifiesta el sistema religioso, que "calienta" sus ocasionales escenificaciones, con pompones, cantos y movimientos danzantes, con los que unos animan a los otros, que encerrados en si mismos, no pueden unirse, pues aunque ocupan los mismos espacios, son completos desconocidos, extraños que con sospecha maliciosa encorchan el egoísmo hipócrita que los inhabilita para ser parte, para pertenecer.

Inhabilitados en su distancia, absortos en la nada que se levanta amurallada, para evitar la comunión, en que crece y madura la intimidad, consecuencia de la Absoluta Intimidad con Dios, que es Padre, que es Creador, que es Señor, que es Redentor, Salvador, el Amor Absoluto en que son en efecto familia absoluta que tiene Padre,  en la que los hijos son genuinos hermanos de "sangre", en la Sangre que hizo posible, restaurar la Genética Divina, y ser nuevamente templo de la vida, lugar de la Habitación del Neuma, del Espíritu de Cristo Jesus, en que crecen, maduran, en intimidad con su Señor.

Galatas 4: 1-7 Lo que quiero decir es esto: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo de la familia, aunque sea en realidad el dueño de todo. Hay personas que lo cuidan y que se encargan de sus asuntos, hasta el tiempo que su padre haya señalado. Lo mismo pasa con nosotros: cuando éramos menores de edad, estábamos sometidos a los poderes que dominan este mundo. Pero cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés,para rescatarnos a los que estábamos bajo esa ley y concedernos gozar de los derechos de hijos de Dios. Y porque ya somos sus hijos, Dios mandó el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones; y el Espíritu clama: «¡Abbá! ¡Padre!» Así pues, tú ya no eres esclavo, sino hijo de Dios; y por ser hijo suyo, es voluntad de Dios que seas también su heredero. DHH.

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